Elección judicial, la fiesta democrática que no será

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Por Aldo Romero

¿El ex presidente Andrés Manuel López Obrador se imaginó el cochinero en el que se convertiría su planteamiento para transformar al Poder Judicial? Ahora sabemos a la perfección que esa propuesta salió de un vil y ambicioso revanchismo contra quienes le dieron dolores de cabeza para continuar con sus magnas obras y reformas constitucionales.

El plan B, consolidado con la llegada al poder de Claudia Sheinbaum Pardo y las mayorías calificadas en el Congreso de la Unión concretaron el deseo de López Obrador por modificar la vida orgánica de uno de los mayores y verdaderos contrapesos a la Cuarta Transformación; el Poder Judicial.

Con una fe ciega el 50 por ciento de la población mostró su postura a favor de dicha reforma, pero desgraciadamente el obradorismo nos vendió una idea errónea de lo que representaría, pues nos aseguraron que con eso se acabaría la corrupción que es la columna vertebral de todo el Poder Judicial en el país. ¡Que desgracia!

Lamentablemente el pueblo bueno y sabio no sabe la profundidad de la tan peleada reforma judicial y lo que significa la elección del próximo 1 de junio, es más, cerca del 60 por ciento de la población ni siquiera sabe qué se celebra el domingo primero de junio.

Quienes creyeron que con la reforma judicial se acabaría la corrupción, la opacidad y el nepotismo, se equivocaron, pues ha resultado todo lo contrario.

Me lo dijo una víctima del engaño, que pese a sus buenas credenciales en el derecho no fue seleccionado, y por encima de él, se favorecieron personajes deleznables como Alfredo Pérez Águila. “El proceso de selección de candidaturas nació viciado”, esas fueron sus palabras.

En el caso de Tlaxcala, es evidente que el gobierno estatal metió mano a través de un Comité de Evaluación a modo que priorizó la selección de funcionarios lorenistas, militantes morenistas y familiares, sin mencionar los perfiles que no cuentan con experiencia y aquellos que fueron acusados de violentadores.

El cálculo ya lo hicieron, quieren un Poder Judicial a fin al partido guinda y lo lograrán con lo que se prevé, será una participación del electorado muy baja, me atrevo a decir, más baja de lo que fue la registrada en la revocación de mandato.

Y es que la ciudadanía no participará por el desconocimiento que se tiene sobre la elección judicial (y eso que en esta ocasión el INE no está saboteando como sí lo hizo Lorenzo Córdoba con el referéndum del 2022) y por las pocas ganas que se tienen de salir a votar.

Para quienes conocen, se han desanimado por las irregularidades que se han registrado a nivel nacional en este proceso que aún no arranca su etapa de campañas y ya se hizo tedioso, ahora imagínense cuando a la hora de votar te den el bonchezote de boletas para elegir a los jueces y magistrados que salen de una lista de más de 100 nombres que no sabemos cómo fue que llegaron ahí…bueno, sí sabemos.

Tan solo vean como se les complica a los órganos electorales para sacarlo adelante; al INE que ya recibió renuncias de aspirantes y de más de 6 millones de ciudadanos que rechazaron a ser funcionarios de casilla, y en lo local, al ITE que le tuvieron que aprobar de forma extraordinaria 75 millones para sacar avante el proceso en Tlaxcala.

Hay desconocimiento y los ánimos de participar en un ejercicio inédito que debería ser una fiesta democrática se han apagado por el cochinero en el que se convirtió. No resta más que decir que la elección judicial resulto ser una completa farsa.

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